Friday, October 13, 2023

Somos Increíblemente Bendecidos

 

Juan 17:22-23
Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno.  Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

Juan capítulo 17 es la oración más larga registrada de Jesús que tenemos. Es una conversación íntima del Hijo al Padre. Es verdaderamente “la oración del Señor”. Erróneamente llamamos al “Padre nuestro que estás en los cielos…” (Mt. 6:9-13) la oración del “Señor”. Sería mejor llamar a esta oración la “oración del discípulo” porque es el ejemplo que Jesús usó para enseñar a los discípulos cómo orar. Por otro lado, Juan 17 nos da una idea de los pensamientos de Jesús compartidos con Su Padre. Los pensamientos que vienen a la mente al reflexionar sobre Juan 17 son: amor, claridad, intimidad, sinceridad y gloria.

Jesús se humilló y se vistió con un exterior de “carne” por muchas razones diferentes. El más importante era rescatar a la humanidad del infierno eterno que todos merecíamos. También “se vistió” de carne para mostrarnos que somos muy importantes para Dios. Nuestra existencia tiene valor ante nuestro Creador. Tanto aquí – en este mundo caído – y aún más cuando estamos con Él para siempre.

“La gloria que me diste, yo se la he dado a ellos”. (v. 22a) Un día, cuando seamos sacados de esta vida confusa y caída, entenderemos lo que Jesús quiso decir cuando compartió estas palabras con Su Padre. Él nos ha dado Su gloria. Piénsalo. Él nos ha dado Su gloria. Jesus es Dios. Nunca seremos Dios porque somos seres creados. Pero tendremos la gloria de Dios. Increíble. Cualquiera que sea la apariencia de la gloria de Dios, tiene que ser impresionante. Él es Dios.

Entonces continúan estas increíbles y profundas bendiciones. Jesús nos ha hecho uno con Él como Él y el Padre son uno. Jesús y el Padre se entrelazan eternamente. No podemos regresar a la eternidad pasada. No somos Dios. Pero podremos compartir la eternidad en el futuro con nuestro Salvador como “uno” con Él. “Uno con Él”. Jesús nos ama mucho. Piénsalo. Jesús nos ama mucho. Él dio Su vida – siendo Dios – para que pudiéramos pasar para siempre teniendo Su gloria, Su justicia y compartir Su filiación con el Padre.

Por lo tanto, hermanos y hermanas eternos, “no desmayéis, pues aunque nuestra persona exterior se va desgastando, nuestra interior sin embargo se va renovando de día en día” (2 Cor. 4:16). Un día – en el plan perfecto de Dios – nuestra persona exterior llegará a ser como nuestro yo interior – nacido de nuevo. Nos “vestiremos” de cuerpos glorificados que durarán para siempre. Nuestros nuevos cuerpos no se desgastarán. Tendrán la gloria de Jesús. Él nos dio su gloria. Compartiremos íntimamente con Jesús, el Padre y el Espíritu Santo. Él nos ha hecho “uno” con ellos. La “imagen” (Gén. 1:26) que llevamos será totalmente y eternamente restaurada y perfeccionada. No pedimos existir. Dios nos hizo porque quería mostrar a Sus elegidos la profundidad de Su santidad y amor. 

Estaremos eternamente agradecidos.









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