Mateo 10:43-45
Pero no es así entre
ustedes. Más bien,
cualquiera que anhele hacerse grande entre
ustedes será su servidor,
y cualquiera que anhele ser el primero entre
ustedes
será siervo de todos.
Porque el Hijo del Hombre tampoco vino
para ser servido
sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Para dar Su vida… Jesucristo vino a dar Su vida para salvar la nuestra. Y, Él hizo esto. Este mismo
Jesucristo, que dio Su vida, nos pide hacer lo mismo en Lucas 9:23, “Si alguno quiere venir en pos de Mí, debe
negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día (palabras muy fuertes – crucifixión fue y es una
manera terrible de morir), y
sígueMe”. Sólo cuando hagamos
esto, cuando nos crucifiquemos, podremos tener la esperanza de servir como
Jesús nos indica que lo hagamos. Los cristianos “juegan” a servir. Traen un
pastel, o barren el piso, o hacen mil cosas pequeñas y dicen: “Mira, estoy
sirviendo”. Si bien estos actos pequeños son buenos, esto no es crucificarse a
uno mismo. Esto no va a lograr lo que Jesucristo hizo por nosotros: Él murió
por nosotros y nos invita a hacer lo mismo. Morir. Ya no buscar más lo que uno
decide que es placentero, conveniente, relajante... ya no más. Jesucristo
quiere que vivamos para servir a los demás. Maridos: amad a vuestras esposas.
Provéeles lo que el Señor quiere que le proporciones: ropa, refugio, comida. Padres:
amen a sus hijos. Protégelos del mal y del daño. Gaste todos los recursos en
enseñarles “los caminos del Señor”. "Escoged hoy a quién sirváis; pero yo y
mi casa serviremos al Señor”. (Jos. 24:15) Hay sabiduría, profunda
sabiduría en estas palabras.
Tenemos que aprender a “servir a los demás”. Esto es difícil de hacer.
Aún más difícil de lograr en una cultura que inculca el profundo deseo de
obtener algo para uno mismo. Es el deseo profundo, continuo y sin filtros de
servir a los demás constantemente lo que caracteriza a un cristiano maduro. “Nadie tiene mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos”. (Juan 15:13)
Aprende a morir. Hoy. Sirve a los demás de todo corazón, con libertad y
sin preguntas. Hay libertad en nuestra “muerte”. Jesucristo nos pide que
hagamos lo impensable. Nos lo pide porque sabe que nunca podremos dar más de lo
que Él nos da. Por cada momento que morimos, nuestra comprensión de Su amor y
gracia se profundiza. Nuestra libertad crece. “Es más bienaventurado dar que recibir”. (Hechos 20:35) Estas palabras de verdad
salieron de la boca de nuestro Señor. Están seguros. Él nos ama.
Favor de escribir tus comentarios o preguntas aquí.
ReplyDelete