Colosenses 3:17
Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho,
háganlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias por medio de Él a Dios el Padre.
Hagas lo que hagas, si
vas a decir una palabra, mover un objeto, pensar en un pensamiento, compártelo
y busca honrar a nuestro Salvador, Jesucristo.
Esta es una solicitud “razonable”. Jesucristo es nuestro “Salvador”. Él
nos “salvó” de una separación eterna del Dios vivo. Habíamos sido justamente
sentenciados a una eternidad de sufrimiento y angustia en el infierno con llamas y dolor.
Merecemos este castigo. Dios es santo. Somos criaturas caídas, inmundas y
vergonzosas (Is. 64:6; Fil. 3:21).
Nuestro problema inicial es que no somos completamente honestos con
nosotros mismos. No reconocemos lo “malos” que somos cuando miramos a nuestro
alrededor. Vemos a otros pecadores que piensan y se comportan de manera similar
o peor que nosotros y pensamos que estamos “bien” ante nuestro santo Dios. Esa
es la primera mentira que nos hace faltarLe el respeto a tan grande salvación.
En nuestro mejor día (moralmente hablando), somos como trapos menstruales
tirados en la calle (Is. 64:6). Isaías usa esta metáfora en su carta profética de juicio contra Israel. La Biblia es enfática y gráficamente clara
acerca de quiénes somos. Pecadores miserables, caídos, sucios (espiritualmente)
que no tienen esperanza, ni recursos para salvarnos.
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó” (Efesios 2:4), se agachó y nos “salvó” del castigo eterno que merecemos.
Cuando esta idea es clara – cuando “entendemos” la profundidad del amor de Dios
hacia nosotros – responderemos naturalmente con un deseo de honrar a Cristo en
cada palabra, obra y pensamiento.
Nos esforzamos por “orar sin cesar” (1 Tes. 5:17) porque “entendemos”
que estar “cerca” de Jesucristo en nuestros pensamientos nos ayuda a honrar a
Aquel que murió por nosotros. No “tratamos” de orar para poder ser “mejores”.
Anhelamos orar constantemente porque nuestra relación con Jesucristo es la
relación más importante que tenemos. El más importante. Todo lo que hacemos y
somos gira en torno a Jesucristo y la eternidad que Él ha provisto.
Cuando nuestra perspectiva se forma de esta manera, cuando nuestra
existencia se define por este criterio, cuando nuestra “cosmovisión” se basa en
esta filosofía, honraremos a Jesucristo en todo lo que decimos, hacemos y
pensamos mientras Le agradecemos por nuestra existencia y todas nuestras circunstancias que Él usa para enseñarnos Su amor, paciencia y perseverancia.
Favor de escribir tus comentarios o preguntas aquí. Gracias.
ReplyDelete