Proverbios 17:27
El que es entendido refrena sus palabras;
el que es prudente controla sus impulsos.
La Biblia nos dice que
elijamos nuestras palabras con cuidado y hablemos menos. Una persona sabia
habla pensativamente. La respuesta a un comentario o una conversación es guiada
por el Espíritu Santo, no por la propia comprensión del problema. Es BUENO para
nosotros darnos cuenta y comprender clara y honestamente: no tenemos nada que
valga la pena ofrecer a los demás sobre cómo “hacer” la vida excepto Jesucristo
y la sabiduría proporcionada por Su palabra en el Espíritu Santo. Nada. Y
cuando comenzamos a “dejar escapar” nuestra propia sabiduría –si somos salvos–
estamos en pecado. No es bueno alentar a otros a aumentar su propia confusión.
Y esto es exactamente lo que hacemos si no crecemos en el conocimiento de Su
palabra. Ofrecemos confusión porque nuestra “carne” quiere convencernos a
nosotros mismos y a los demás de que lo que “vivimos” está bien para Dios. Y no
está bien: deberíamos hablar menos y escuchar MÁS.
Santiago 1:19 lo expresa de esta manera:
Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira.
Proverbios 10:19 expresa una idea similar de manera diferente:
En las muchas
palabras, la transgresión es inevitable,
Pero el que refrena sus labios es prudente.
Pero el que refrena sus labios es prudente.
Debemos aprender a ser reflexivos cuando hablamos. Y cuando hablamos, si
somos salvos, debemos elegir nuestras palabras aún más cuidadosamente. El
resultado de elegir palabras que apoyen a Jesucristo en el Espíritu Santo es
que disfrutaremos de más paz. La última parte de Proverbios 17:27 afirma que si
somos “prudentes” estaremos serenos, tranquilos y pacíficos. Prudente significa
“sagaz en adaptar los medios a los fines; circunspecto en la acción o en la
determinación de cualquier línea de conducta; prácticamente sabio; juicioso;
cuidadoso; discreto".
Nuestras lenguas son muy poderosas. (Lea Santiago 3. Revisa y respalda
las ideas discutidas aquí.) Necesitamos “controlarlas” sobre ellas. Son
destructivos y fomentan la confusión si no aprendemos a guiarlos con la palabra
y la sabiduría de Dios.
Hoy – practiquemos hablar menos. Y cuando decidamos hablar, estudiemos
la palabra de Dios para que nuestras palabras Lo honren. Él nos dice que aprendamos Su palabra
porque Él nos ama. Su sabiduría “salará” nuestras palabras y pensamientos.
Colosenses 4:6 lo dice de esta manera:
Que la palabra de ustedes sea
siempre agradable, sazonada con sal, para que sepan
cómo les conviene responder a cada uno.
Seamos hoy pueblo de “sal y luz".
Comenta aquí, por favor. Gracias.
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