1 Pedro 1:15-16
sino que así como Aquel que los llamó es Santo,
así también sean ustedes
santos en toda su manera de vivir. Porque escrito está: “Sean santos, porque Yo
soy santo".
Se santo. ¿Qué? ¿A mí?
¿Santo? Suena loco. Suena imposible. No he conocido a una persona
"santa" (por sus propios esfuerzos) en mi vida. He conocido personas que intentaron “actuar”
santamente. Hablaban despacio, eran muy deliberados y muy aburridos. “Ser
santo” no es algo que podamos “hacer” con nuestra propia mente y esfuerzo.
Cuando la gente “trata” de ser santa, se convierte en fariseísmo. Reglas –
pautas – maneras de hablar – solemnidad – ¿dije reglas? Sí. Muchas. La santidad humana
es algo que Jesucristo condenó en los términos más gráficos. “Tumbas
blanqueadas”. (Mt. 23:27) No es una buena descripción de un Dios/hombre
(Jesucristo) de 32 años para un grupo de líderes (sacerdotes) judíos de más de
50 años. Pero esa fue la crítica de Jesús a la santidad humana. No funciona. No
podemos hacerlo. Blanco y puro afuera - muerto dentro. Tumbas blanqueadas.
Entonces, ¿por qué Dios nos exige – en el Antiguo y el Nuevo Testamento –
que seamos santos si no podemos hacerlo? Ésa es exactamente y precisamente la
razón por la que lo hace.
El verbo “ser” en este versículo es muy interesante en griego. Es
imperativo. Tienes que hacer esto. Pero, si bien es una orden, está en tiempo
pasivo. Es una acción realizada por otra persona. Debemos “recibir” la santidad dado por Dios realizado
por EL Espíritu Santo. La “santidad” se nos hace para que podamos “ser” santos.
Bien, entonces ¿qué “hago” para poder “ser” hecho santificado? Buena pregunta… no tengo idea. Si
tuviera una idea hoy, cambiaría mañana. No existe un plan “establecido” para
que aprendamos y podamos “ser santos".
Intencionalmente.
Tenemos que aprender a “no confiar en nuestro propio entendimiento, sino
confiar en Dios y Su palabra”. (Pro. 3:5) Requiere práctica. No abandonamos
nuestra comprensión muy fácilmente. Nuestra “carne” nos dice – ¡De ninguna
manera! No sabemos qué hacer. Eso es verdad. Pero tenemos que aprender a
confiar en Dios. No en nuestra carne.
Cuando comenzamos a confiar en Dios, somos obligados a comprender que no podemos vivir
la “vida santificada” sin estudiar MUCHO Su palabra. Nuestros hermanos y hermanas en Cristo
que no estudian la palabra de Dios diariamente demuestran que realmente no
confían en Él. No puedes confiar en Dios y NO estudiar Su palabra. Nadie puede.
La única manera en que podemos comenzar a saber cómo comportarnos de una manera
que honre a Dios es aprendiendo Su palabra. Es por eso que Él nos recuerda en
tantos versículos diferentes que aprendamos Su palabra. Él quiere “hacernos santos”. No tenemos esperanza de ser verdaderamente
santos sin confiar en Él. No podemos confiar en Él si no sabemos lo que Él
quiere. No podemos saber lo que Él quiere sin conocer Su palabra.
Entonces, permítanme aclarar algunas cosas.
En el Nuevo y Antiguo Testamento, Dios nos ordena "ser santos".
No podemos con nuestros
propios esfuerzos. No podemos.
Juan 17:17 dice: “Santifícalos en la verdad; tu palabra
es verdad”. Entonces – Dios nos hace santos (de manera pasiva – nosotros no lo
hacemos – Él lo hace) mientras estudiamos Su palabra y confiamos en Él en
nuestras decisiones diarias.
A medida que aprendamos a confiar en Él, nuestras
vidas desarrollarán los dones y ministerios espirituales en el cuerpo de Cristo
que Él quiere que desarrollemos.
Nuestras vidas tienen
más significado y un mayor impacto para Su reino.
Entonces – “Seamos santos como Él es santo”. Ahora mismo. Y continuamos en el proceso de “ser santo” entregándonos a Él.
El Señor es bueno y sabio.
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