Saturday, February 24, 2024

Hijos de Dios - ¡Increíble!

1 Juan 3:1
Miren cuán grande amor nos ha dado el Padre 
para que seamos llamados hijos de Dios. 
¡Y lo somos! 
Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a Él.

¡Mira cuánto nos ha amado Dios! Piénsalo. Juan, el mejor amigo de Jesucristo, el discípulo amado, no podía creer lo mucho que él (y nosotros) somos amados. Expresa apasionadamente su asombro al afirmar: “¡Miren cuánto somos amados, Dios nos llama Sus hijos, ¡y lo somos!” Necesitamos reflexionar sobre el asombro de Juan. Juan conoció muy bien a Jesucristo cuando Jesús caminó sobre esta tierra. Eran “mejores amigos”. E incluso con su propio conocimiento íntimo de la bondad y la gracia de Jesucristo, se sorprende de que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y somos! Somos los elegidos que pasaremos para siempre en la presencia de un Dios amoroso y bueno. Somos sus hijos. Este título – que no pedimos ni buscamos – nos hace importantes en la creación de Dios. Muy importante. Gobernaremos sobre las demás cosas creadas que Dios proporciona en el milenio y para siempre. Somos hijos de Dios. 

Ahora – mira los resultados de ser un “hijo de Dios”. El mundo no nos conocerá. De hecho, Jesucristo declaró “pero Yo os elegí de este mundo, por eso el mundo os aborrece”. (Juan 15:19) El “mundo” y la “carne” demuestran su poder cuando observamos lo poco que los “hijos de Dios” entienden acerca de su posición en la creación. La mayoría de los “hijos de Dios” que conozco en los Estados Unidos intentan imitar la vida del “mundo”. Y se esfuerzan mucho. Creen – aunque sean hijos del Dios vivo – que deben poseer cosas y comportarse como personas de este “mundo”. Es triste ver que esto suceda una y otra vez. Las oportunidades de “comprar cosas” y “parecerse al mundo” atraen a muchos cristianos a malgastar sus vidas. Un hijo del Dios vivo no se definirá a sí mismo como lo hace el mundo. Somos diferentes. Incluso si no tenemos nada, somos eternamente mejores que aquellos que no conocen a Jesucristo. El hijo de Dios más pobre de este planeta (probablemente vive en África y sufre la posibilidad real de morir de hambre) es mucho mejor – eternamente mejor - que la persona más rica de este mundo que no conoce a Jesucristo. Y debemos entender y creer este hecho. No somos eternamente mejores por cualquier cosa que hayamos hecho, pero SOMOS ETERNAMENTE MEJORES que cualquiera que no conozca a Jesucristo.
Somos Sus hijos.  

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