1 Juan 3:1
Miren cuán grande amor nos ha dado el Padre
para que seamos llamados
hijos de Dios.
¡Y lo somos!
Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo
conoció a Él.
¡Mira cuánto nos ha
amado Dios! Piénsalo. Juan, el mejor amigo de Jesucristo, el discípulo amado,
no podía creer lo mucho que él (y nosotros) somos amados. Expresa
apasionadamente su asombro al afirmar: “¡Miren cuánto somos amados, Dios nos
llama Sus hijos, ¡y lo somos!” Necesitamos reflexionar sobre el asombro de
Juan. Juan conoció muy bien a Jesucristo cuando Jesús caminó sobre esta tierra.
Eran “mejores amigos”. E incluso con su propio conocimiento íntimo de la bondad
y la gracia de Jesucristo, se sorprende de que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y
somos! Somos los elegidos que pasaremos para siempre en la presencia de un Dios
amoroso y bueno. Somos sus hijos. Este título – que no pedimos ni
buscamos – nos hace importantes en la creación de Dios. Muy importante.
Gobernaremos sobre las demás cosas creadas que Dios proporciona en el milenio y
para siempre. Somos hijos de Dios.
Ahora – mira los
resultados de ser un “hijo de Dios”. El mundo no nos conocerá. De hecho,
Jesucristo declaró “pero Yo os elegí de
este mundo, por eso el mundo os
aborrece”. (Juan 15:19) El “mundo” y la “carne”
demuestran su poder cuando observamos lo poco que los “hijos de Dios” entienden
acerca de su posición en la creación. La mayoría de los “hijos de Dios” que
conozco en los Estados Unidos intentan imitar la vida del “mundo”. Y se
esfuerzan mucho. Creen – aunque sean hijos del Dios vivo – que deben poseer
cosas y comportarse como personas de este “mundo”. Es triste ver que esto
suceda una y otra vez. Las oportunidades de “comprar cosas” y “parecerse al
mundo” atraen a muchos cristianos a malgastar sus vidas. Un hijo del Dios vivo
no se definirá a sí mismo como lo hace el mundo. Somos diferentes. Incluso si
no tenemos nada, somos eternamente mejores que aquellos que no conocen a
Jesucristo. El hijo de Dios más pobre de este planeta (probablemente vive en
África y sufre la posibilidad real de morir de hambre) es mucho mejor – eternamente
mejor - que la persona más rica de este mundo que no conoce a Jesucristo. Y
debemos entender y creer este hecho. No somos eternamente mejores por cualquier
cosa que hayamos hecho, pero SOMOS ETERNAMENTE MEJORES que cualquiera que no
conozca a Jesucristo.
Somos Sus hijos.
Comentarios aquí. Gracias.
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