Salmos 73:25-26
¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas
la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Deberíamos considerar
estos pensamientos clara y frecuentemente.
La gran mayoría de los “cristianos”
en este mundo caído hoy
no “comprenden” ni aceptan estos pensamientos.
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti?” Jesucristo – nacido de mujer –
Dios envuelto en carne humana – murió en una cruz para perdonar nuestros
pecados – resucitó y ascendió a los cielos – y actualmente está sentado a la
diestra del Padre. Lo tenemos en los cielos. Asaf, el autor de este Salmo,
guiado por el Espíritu Santo, escribió palabras importantes para que creamos
hoy. (Él no sabía que su
Salmo estaría dirigido a Jesucristo. Escribió el Salmo pensando en Dios. Hoy
podemos ser más detallados y dirigir el Salmo a Jesucristo.) No tenemos a nadie más en el cielo si no tenemos
a Jesucristo. Sólo Lo tenemos a Él. Por Su gracia, y con Él, tenemos parientes,
hermanos y hermanas en Cristo que nos han precedido esperándonos en el cielo.
Pero es gracias a Él: Jesucristo. Entonces, literalmente, no tenemos a nadie
más en el cielo si no Lo tenemos a Él.
La siguiente línea es la oración que muchos cristianos en este mundo
rico de hoy no entienden y no creen. “Fuera de Ti, no deseo nada en esta
tierra”. Para la gran mayoría de los cristianos vivos hoy en día, este
pensamiento simplemente no es (y para ellos nunca ha sido) cierto. Corren
frenéticamente, trabajan muchas horas, para “conseguir” las cosas que desean en
esta tierra. Para ellos, los “deseos de esta tierra” son parte de sus
“derechos” como cristianos. Y, como resultado, aman la vida confusa y no
maduran en la fe. Desean muchas cosas en esta tierra. Y estos deseos egoístas y
orgullosos los confunden.
La siguiente línea del Salmo, versículo 26, explica “por qué” es una
tontería correr y comprar cosas y desear cosas en esta tierra. “Nuestra carne y
nuestro corazón fallarán”. Esto no es un “quizás” ni un “tal vez”. Nuestra
existencia en esta tierra terminará. No tiene NINGÚN PROPÓSITO obtener cosas en
esta tierra. Ningún otro propósito que el orgullo y la codicia. No podemos
llevarnos nada de lo que vemos aquí. Nada. Nuestra carne y nuestro corazón
también permanecerán aquí. Están hechos del mismo polvo.
Pero Dios. La Roca de nuestras vidas y corazones (espirituales). El
Autor y Dueño del amor ágape (griego) y hesed (hebreo). Un amor
que sólo busca el beneficio de quienes lo reciben y que no falla ni flaquea. Un
amor que no permite que nada en la creación nos separe (Rom. 8). Él y Su amor
son para siempre. Para siempre. Eterno. Asaf plantea el argumento lógico y
racional de que el amor eterno de Dios es lo único a lo que debemos responder y
por lo que debemos vivir en esta vida. La única cosa. Cuando entendemos esto,
hacemos de Él la única prioridad que tenemos. Hablamos de Él, vamos a la
iglesia con pasión, desarrollamos ministerios para honrarLo. No hay nadie ni
nada más por quien vivir. TODO se trata de Él: Jesucristo. Y un “día” –en el
futuro– esto quedará muy claro y todos lo entenderán. No hay nadie ni nada más:
sólo Jesucristo. Vivamos para Él hoy.
Favor de escribir tus comentarios o preguntas aquí. Gracias.
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