Filipenses 2:3
No hagan nada por egoísmo o por vanagloria,
sino que con actitud humilde
cada uno de ustedes
considere al otro como más importante que a sí mismo
¿Cómo podría Pablo
considerar útiles estas palabras? Considere a los demás como más importantes
que a sí mismo. ¿Quién intentaría “literalmente” hacer algo así?
Jesucristo lo hizo. Vivió y murió estas palabras. Consideró a cada uno
de nosotros más importante que Él mismo. Él fue, es y siempre será Dios. Si Él
no nos hubiera considerado más importantes que Él mismo, no habría “nacido de
mujer” y no habría tenido que morir en una fea cruz. Lo tenía “todo” como Dios.
La creación Le pertenecía y existía
para Él. Antes de que naciera como hombre. Lo tenía todo. La única manera en
que Él podría ofrecernos lo que tenía (y tiene) es considerarnos más
importantes que Él mismo. Porque la única manera en que Él podía darnos lo que
tenía (y tiene) era pagando por nuestros pecados. Nació para morir. Muere en
nuestro lugar. Él nos amaba. Como si no pudiéramos comprender cuánto nos amó (y
nos ama). Su amor por nosotros es más grande y más profundo de lo que
entendemos. Solo ponte saber que es MUCHO amor. MUCHO.
Dado que Él vivió las palabras de pensar en los demás como más
importantes, ahora nos pide, a través de la guía del Espíritu Santo, que
hagamos lo mismo. Literalmente considera a los demás como más importantes que
tú mismo. Ésa es una tarea difícil. Va a requerir mucha práctica. En casa, en
el trabajo, en la escuela, en público... Mucha práctica y varios fracasos,
garantizados.
Esta es una de las maneras en que Él quiere que Lo honremos. Jesucristo quiere que aprendamos –de
una manera muy palpable– la humildad. No decirlo – o creer falsamente que somos
humildes. No. Él quiere que vivamos la humildad para que podamos honrarLo.
Así que lo intentaré de nuevo hoy. Pensar que los que me rodean son más
importantes que yo. Va a ser un desafío. Pero voy a seguir así. Y cuando
tropiezo – dependiendo de la profundidad de mi error – me reiré con Él por mi
ineptitud – o – con mucha vergüenza ante Él – Le pediré perdón por ser tan orgulloso. Depende
de lo mal que vaya el momento. Y después de reparar el daño que he causado en
mi estado de orgullo y pecado, lo intentaré de nuevo. Considerar a los demás
como más importantes que yo mismo.
El Espíritu Santo no guió a Pablo a escribir estas palabras para darnos
“algo en qué pensar”. El Espíritu Santo que reside en nosotros quiere que
vivamos estas palabras. Cada día. Todo el día. Va a requerir algo de práctica.
No hay mejor momento que el presente para empezar.
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