Colosenses 1:13
Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas
y nos trasladó al reino
de Su Hijo amado,
“Él nos liberó del
dominio de las tinieblas”. En Efesios
2:1-2, Pablo nos describe a todos de una manera muy similar, “Y ustedes, que
estaban muertos en sus delitos y pecados en los cuales anduvieron en otro
tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, siguiendo al príncipe del poder
del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia”. El “mundo” y sus placeres no son lo que
Jesucristo considera una “bendición” para Sus elegidos. Aún no.
El “mundo” actualmente está bajo la guía de Satanás. Nuestra “carne”, Satanás y el mundo luchan
continuamente contra el Espíritu Santo.
Estas tres entidades (carne, Satanás y el mundo) son egocéntricas. No quieren ningún bien para nadie más. Anhelan servirse sólo a sí mismos.
Por eso Jesucristo ordenó a quienes lo “siguen” que murieran. Lucas 9:23.
Niéguense a ustedes mismos, tomen
cada día su cruz y síganme. Debemos
aprender a negar nuestra carne egoísta.
¿Es un accidente que no consideramos el costo de conducir al “trabajo” o
a una fiesta – pero cuando llega el momento de ir a la iglesia – es un viaje
largo? Cuando tenemos oportunidades de
ayudar a otros, las pasamos por alto. Ni vemos la necesidad. Sólo
vemos lo que queremos ver. Lo
conveniente. Cuando tenemos que elegir entre pagar el
alquiler de la iglesia y cualquier otra diversión, es muy fácil elegir la
diversión. Y la iglesia lucha. Tal como lo hacemos en nuestra carne.
Pero hemos sido liberados del dominio de la oscuridad. Aún no lo entendemos. La mayoría de las veces no lo creemos. Nuestra carne disfruta siendo codiciosa y
egocéntrica. Así que tratamos de
mantenernos indecisos. No somos
completamente codiciosos, pero no damos abierta y libremente. Mezclamos los dos. “Ser cristiano” es mucho más que presentarse
el domingo (la mayor parte del tiempo) y completar un par de listas. Es mucho más.
Nos trasladó al reino de Su Hijo amado.
Necesitamos reflexionar más profundamente sobre este hecho. Estábamos perdidos en nuestros pecados y
transgresiones. Estábamos condenados a
pasar una eternidad separados de Dios.
Íbamos a ser castigados con una eternidad en un lago de fuego.
Sediento.
Llamas.
Calor.
Angustia.
Abandonado.
Desamparado.
Sólo.
Eternamente.
Jesucristo nos transfirió de este castigo a Su reino. Cuando murió en la cruz.
¿Y cuál es una respuesta “razonable” a este increíble – eterno – traslado? OfrecerLe todo lo que
somos. Es sabio dejar de negociar con
Dios. ¿Cuánto, Señor? Es mejor empezar por la realidad. Señor, todo lo que tengo y soy Te
pertenece. Ayúdame a glorificarTe con mi
vida. Ayúdame a ministrar a Tus escogidos. Ayúdame a encontrar una manera, de alguna
manera, de mostrarles a ellos y a Ti que los amas. Ayúdame a serTe útil bendiciéndolos como me
dices tan frecuentemente en Tu palabra.
Gracias por sacarme del dominio de la oscuridad. Gracias por permitirme participar en Tu
reino. Sinceramente. ¡Gracias!
Comentarios aquí. Gracias.
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