Marcos 1:40-42
Y
vino a El un leproso implorándoLe, y de rodillas Le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús,
movido a compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Quiero; sé limpio.
Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio.
Cuando Jesucristo caminó
sobre esta tierra, la lepra era una enfermedad terrible. Las personas con lepra fueron separadas de
sus familiares y amigos. No se les
permitió entrar al templo. Vivían en un
lugar aislado con otras personas que también tenían lepra. Imagínese si encontrara una mancha blanca de
piel en su brazo. (Las manchas blancas
en la piel son síntomas comunes de la lepra. Ver Lev. 13, 14) Sabías que tenías
que dejar a tu familia y amigos para no infectarlos. La mayoría de las personas que ingresaban en
estas “colonias” de leprosos morirían allí.
No volverían a abrazar a sus familiares y amigos nunca más. Es precisamente por eso que el leproso se acercó a Jesucristo
suplicándole que fuera limpiado de esta enfermedad. Anhelaba estar con su familia. Quería ir al Templo. Anhelaba compartir la vida con sus
amigos. Era un hombre destrozado y
solitario.
En los tiempos en que Jesucristo caminó sobre esta tierra, nadie
entendía las bacterias ni las causas de muchas enfermedades. La gente entendió que la lepra se contagiaba
por el tacto. En esta situación, Jesucristo demuestra Su autoridad sobre las
bacterias y las enfermedades, así como Su capacidad para restaurar las
relaciones. El toque del Señor sanó al
leproso. En lugar de que el leproso
contaminara a Jesús, sucedió lo contrario.
Jesucristo limpió al leproso.
La curación del leproso se puede aplicar fácilmente a nuestro estado
espiritual. Nuestros pecados nos han
aislado y estamos condenados a morir.
Solo. Jesucristo sabía de nuestra
necesidad mientras pecábamos contra Él y buscaba sanarnos (restaurarnos) debido
a Su amor y compasión. El leproso al
menos sabía que estaba enfermo. Sólo nos
damos cuenta del daño causado por nuestros pecados cuando el Señor, en Su
gracia, actúa sobre nosotros. Nuestro
obstinado orgullo nos impide suplicar ayuda como lo hizo el leproso en este
pasaje. La Biblia dice que somos
“justificados” por la fe. Cuando creemos
que el Señor murió por nosotros y Le pedimos perdón, nuestro estatus en la creación se altera. Hemos “nacido de nuevo”. Somos hechos justos. Para siempre.
Y nuestro Señor continúa mostrando Su compasión mientras espera
pacientemente a todos aquellos que serán salvos durante la dispensación de la
iglesia. Él nos invita a ser parte de
este proceso y a compartir Su amor y compasión en este mundo caído. Él promete recompensarnos por nuestra
obediencia a su palabra. Jesucristo es un Señor muy bueno.
No comments:
Post a Comment