Saturday, July 13, 2024

El Amor Actúa

Marcos 1:40-42
Y vino a El un leproso implorándoLe, y de rodillas Le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús, movido a compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
Quiero; sé limpio.
Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio.

Cuando Jesucristo caminó sobre esta tierra, la lepra era una enfermedad terrible.  Las personas con lepra fueron separadas de sus familiares y amigos.  No se les permitió entrar al templo.  Vivían en un lugar aislado con otras personas que también tenían lepra.  Imagínese si encontrara una mancha blanca de piel en su brazo.  (Las manchas blancas en la piel son síntomas comunes de la lepra. Ver Lev. 13, 14) Sabías que tenías que dejar a tu familia y amigos para no infectarlos.  La mayoría de las personas que ingresaban en estas “colonias” de leprosos morirían allí.  No volverían a abrazar a sus familiares y amigos nunca más.  Es precisamente por eso que el leproso se acercó a Jesucristo suplicándole que fuera limpiado de esta enfermedad.  Anhelaba estar con su familia.  Quería ir al Templo.  Anhelaba compartir la vida con sus amigos.  Era un hombre destrozado y solitario.

En los tiempos en que Jesucristo caminó sobre esta tierra, nadie entendía las bacterias ni las causas de muchas enfermedades.  La gente entendió que la lepra se contagiaba por el tacto. En esta situación, Jesucristo demuestra Su autoridad sobre las bacterias y las enfermedades, así como Su capacidad para restaurar las relaciones.  El toque del Señor sanó al leproso.  En lugar de que el leproso contaminara a Jesús, sucedió lo contrario.  Jesucristo limpió al leproso.

La curación del leproso se puede aplicar fácilmente a nuestro estado espiritual.  Nuestros pecados nos han aislado y estamos condenados a morir.  Solo.  Jesucristo sabía de nuestra necesidad mientras pecábamos contra Él y buscaba sanarnos (restaurarnos) debido a Su amor y compasión.  El leproso al menos sabía que estaba enfermo.  Sólo nos damos cuenta del daño causado por nuestros pecados cuando el Señor, en Su gracia, actúa sobre nosotros.  Nuestro obstinado orgullo nos impide suplicar ayuda como lo hizo el leproso en este pasaje.  La Biblia dice que somos “justificados” por la fe.  Cuando creemos que el Señor murió por nosotros y Le pedimos perdón, nuestro estatus en la creación se altera.  Hemos “nacido de nuevo”.  Somos hechos justos.  Para siempre.  

Y nuestro Señor continúa mostrando Su compasión mientras espera pacientemente a todos aquellos que serán salvos durante la dispensación de la iglesia.  Él nos invita a ser parte de este proceso y a compartir Su amor y compasión en este mundo caído.  Él promete recompensarnos por nuestra obediencia a su palabra.  Jesucristo es un Señor muy bueno.

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