Salmos
62:7
En
Dios descansan mi salvación
y mi
gloria;
La roca
de mi fortaleza,
mi
refugio,
está en Dios.
¿Qué te pasará
hoy? ¿Qué pasará con aquellos que amas? ¿Cuándo terminará tu vida (en este
mundo caído)? ¿Cuál será tu último pensamiento (con el cerebro que Dios te
prestó) antes de dejar esta vida?
Nuestro amoroso
Señor SABE las respuestas a TODAS estas preguntas y más - ahora mismo.
Él SABE. Y murió en la cruz para que pudiéramos descansar. Descansa en Él.
EN DIOS –
DESCANSA – mi salvación. No puedo “salvarme”. No puedo “salvar” a aquellos
que amo. Dios puede. Y Él lo hizo. Él salvó a aquellos que eligió
salvar antes de que el sol comenzara a brillar. En Dios descansa mi
salvación. Él lo hizo. Todo ello. Mi salvación fue elegida por mí. No
hice nada de eso. Mi salvación se encuentra en Él y en nadie más.
Llegamos a esta
“vida”. Seres humanos recién nacidos. Con pensamientos, miedos, celos,
debilidades, habilidades, personalidades – llegamos. No pedimos estar aquí. No
elegimos nuestras personalidades. Dios nos formó. Dios lo hizo. Porque Él
quería. Y Él no sólo nos formó, sino que también nos “salvó” del castigo eterno
que merecemos. Nosotros (incluso hoy) insistimos en ser egoístas y orgullosos.
Queremos que “nuestras vidas” (lo que sea que eso signifique – nunca nos
pertenecieron – Él nos creó) se desarrollen “según nuestros planes”.
Egocentrismo. Eso no para. Y la consecuencia de este orgullo egoísta es la
condenación eterna ante un Dios santo. Pero – “Por tanto amó Dios al mundo, que
envió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida
eterna”. (Juan 3:16) Dios me “salvó”. En la cruz. Para
Siempre. “Consumado es.” (Jn 19:30) No puedo deshacer lo que Él ha
hecho por mí, aunque quisiera. Él es Dios. Su salvación no puede ser
alterada. No podemos “perder” lo que no pedimos “ser” – salvo. Para
siempre. Dios es mi salvación.
Y no sólo Dios
me ha “salvado” para siempre. Me prometió un cuerpo “glorificado”.
(Fil. 3:21) Mi “gloria” descansa en quién es Él y lo que ha hecho por mí.
No lo pedí. No hice nada para ganármelo. Me dio para siempre con Él en un
cuerpo glorificado porque Él quiso. Comienza y termina con Dios – el Alfa y la
Omega. Él conoce el final desde el principio. Él sabe. Y Él me ama. MUCHO. En
Dios descansa mi salvación y mi gloria. En Él. No tuvo nada que ver
conmigo. Todo se trata de Él y Su santidad, amor y gracia.
Dios es mi roca.
¿Has mirado una gran roca últimamente? No se mueven (los muy grandes). Son
estables. Llegan los vientos, cae la lluvia y ahí se quedan. Inmovible. Fuerte.
Seguro. Ése es un buen símil (o metáfora, según la oración) para mi Dios.
Él es como una roca. Él no cambia. Él es inmutable (una gran palabra teológica
para el mismo pensamiento simple). Él es sencillo. Él no cambia.
La Roca de
mi fuerza. Fuerte es Aquel que creó el sol y las estrellas y los mantiene en su
lugar. Fuerte es Aquel que creó los mares y los hace moverse. Mi Dios es
fuerte. Eternamente fuerte. Arrojará a Satanás, la muerte y el Hades al lago de
fuego para siempre. Él es fuerte. Y confío en Su fuerza.
Dios es
mi Refugio. Cuando la “vida” me sucede (buena o mala) a mí o a quienes me
rodean - no puedo controlarla. La vida es mucho más grande y más fuerte que yo.
Lo único que puedo hacer es confiar en mi Refugio. Él creó aquellos que me
importan. Cuando a ellos o a mí nos suceden cosas “malas”, todo lo que puedo
hacer es confiar en el Autor de la vida. Él creó todo lo que sé y veo. Él hará
con Su creación lo que Él decida hacer. Y observaré – sentiré dolor, miedo,
regocijo, muchas emociones – pero Él es mi Refugio. En todo ello. Él
proporciona significado a mis circunstancias - si así lo desea. A veces Él me
pone en situaciones que no entiendo. Y Él sigue siendo el único Refugio que
tengo. Él es mi Refugio.
En Dios descansan mi salvación
y mi gloria;
La roca de mi fortaleza,
mi refugio,
está en Dios.
Favor de escribir tus comentarios aquí. Gracias.
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