Salmos 62:1
Para el director del coro; según Jedutún. Salmo de David.
En Dios
solamente espera
en silencio mi alma;
De Él viene mi
salvación.
EN silencio. El
silencio no es una experiencia que la mayoría de nosotros “conozcamos”. Es un
estado de SER que la mayoría de las personas “en esta vida siempre entretenida
y distraída” evitan intensamente. Sufrimos al evitar insistentemente el
silencio. Con el paso de las décadas, los jóvenes se sienten más “amenazados”
por el silencio. No entienden ni empiezan a saber cómo pensar críticamente
sobre nada – y mucho menos sobre DIOS. Y no entienden el silencio. La mayoría
(casi todos) de “los cristianos” que conozco se ubican en el grupo “de quienes
evitan el silencio a toda costa”. Es difícil estar con ellos durante un período
prolongado. No pueden estar quietos. Deben hablar / ver / hacer algo O se les
caerá el cielo encima. Hay poca o ninguna paz. Hay mucho ruido. Dentro y
alrededor de sus vidas. Y uno puede “sentirlo”.
Necesitan “ruido”
porque el silencio es doloroso. El silencio requiere reflexión. La reflexión
nos lleva a considerar nuestra condición con mayor claridad – con mayor
sinceridad. Y los resultados de dicha reflexión no son agradables. NO somos
quienes quisiéramos SER. Y mientras el SEÑOR escudriña nuestros corazones – en
silencio – no nos sentimos cómodos. Porque seguimos siendo pecadores. Seguimos
distraídos y egocéntricos. Y NO disfrutamos que ÉL nos recuerde “quiénes” SOMOS.
PERO - los
resultados del escrutinio de DIOS son BUENOS. A medida que nuestra comprensión
de nosotros mismos se vuelve más honesta, disfrutamos de una “paz” más profunda
con ÉL. Entendemos que SU gracia y SU amor son más profundos que nuestros
corazones pecaminosos. Y aprendemos a “disfrutar” del silencio ante
nuestro SEÑOR. Aprendemos a “dar la bienvenida” a la incomodidad que sentimos
cuando ÉL nos muestra nuestra confusión. En nuestra incomodidad / dolor /
vergüenza somos sanados. Nuestra relación con ÉL se hace más sana – más
genuina. Y aprendemos a “disfrutar” de la sinceridad. Aprendemos que ÉL ES
BUENO. Y es BUENO guardar SILENCIO ante ÉL.
Y nos volvemos
personas más tranquilas y silenciosas. No queremos las distracciones que otros
buscan con tanta desesperación e incesantemente. Preferimos ESTAR cerca de DIOS.
SU presencia se convierte en un consuelo – no en una carga. Y “crecemos como
árbol plantado junto a un río” (Salmo 1:2-3). Y nuestro entendimiento que
nuestra salvación eterna viene de ÉL nos da esperanza. Nos mantenemos enfocados
en la eternidad porque el “AHORA” NO es agradable. El “AHORA” está lleno de
pecado y gente pecadora. El “AHORA” sería cambiado permanentemente. Cuando ÉL
decida acabar con la parte pecaminosa de SU creación.
Nuestra ESPERANZA ESTÁ EN ÉL. No en nosotros mismos ni en nuestros corazones
pecaminosos. Nuestra ESPERANZA es SU salvación DE estos cuerpos pecaminosos y
circunstancias pecaminosas. Y David – hace 3000 años – lo entendió. David CONOCIÓ
el silencio mientras observaba las ovejas en los campos de
Israel. CONOCIÓ la paz que nuestro SEÑOR le proveía. Y él SABÍA que su
ESPERANZA estaba en DIOS. No en sí mismo ni en su reinado. David tenía toda la
autoridad que uno podría tener en esta vida – y la rechazó. Se centró en el
DIOS de su salvación. En silencio. Humilde. Buscando. Sincero.
Soportando la vergüenza. Rescatado. Perdonado. Amado.
En Dios solamente espera
en silencio mi alma;
De Él viene mi salvación.
Favor de escribir tus comentarios aquí. Gracias.
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