1 Pedro
3:18
Porque también Cristo murió
por los pecados
una sola vez,
el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios,
muerto en la
carne pero vivificado en el Espíritu.
DIOS,
el santo Creador de todo lo que vemos y SOMOS (piénselo, “nosotros” SOMOS
incluidos en Su creación) – murió. El “Justo”
murió por los “injustos”. No sólo murió
Jesucristo – verdadero Dios y verdadero hombre – sino que murió de una manera
que no es descriptible. No tenemos la
imaginación ni las palabras para expresar lo que Él sufrió en nuestro lugar en
una cruz preparada por crueles y duros soldados romanos. Dios (la “parte humana” de Jesucristo)
murió. Se presentó como un
“Cordero”. Fue aplastado por nuestras
transgresiones. Molido por nuestras
iniquidades. (Isaías 53:5)
Murió
por nuestros pecados. De una vez - por
todos. No hay nada más que hacer. Dios (Jesucristo) murió una vez. Y Su muerte cubrió TODOS los pecados de
aquellos a quienes iba a “traer a Dios”.
Él nos hizo “perfectos” en Él. Y Le
entregamos nuestras mentes y corazones pecaminosos. Le dimos dolor y pena. Nuestro orgullo egoísta. Y aceptó la mayor de las transacciones
injustas. La peor transacción en la
historia de la humanidad es la cruz (desde el punto de vista de
"justo" o "correcto").
Jesucristo fue “hecho pecado” (2 Cor. 5:21) para “imputar” Su justicia
en nosotros. Y rápidamente olvidamos o
pasamos por alto lo “injusta” que fue esta transacción. El JUSTO murió por los injustos. La perfección murió por la depravación. Sólo el DIOS viviente crearía un plan que
requiriera tanto de Sí Mismo. Sólo un
Dios de asombroso amor y santidad crearía un plan que crucifica a Su único Hijo
para “salvar” a los pecadores perdidos y codiciosos que Él ama.
Murió
“para llevarnos a Dios”. Mire QUIÉN está
haciendo “qué” (observación) en esta porción (perícopa) del versículo. No acercamos a nadie (ni a nosotros mismos) a
Dios. Dios actúa “hacia” nosotros o no
sucede nada que nos “salve”. No Lo
“elegimos”. Él nos “escogió” y nos
“lleva” hacia Sí Mismo. Porque Él
todavía nos ama – pero - Él es santo. No
podemos ser “llevados” a ninguna parte sin que nuestros pecados sean
eliminados. Entonces, el Justo murió por
los injustos para que pudiéramos ser como Él.
Santo.
Y
nuestra “santidad” imputada se expresa en la última parte de este
versículo. “Muerto en la carne pero
vivificado en el Espíritu”. Jesucristo
es nuestro ejemplo. Él es nuestro
Señor. Lo que Él hizo por nosotros
requiere que Lo sigamos. “Debemos morir
a nosotros mismos” (Lu. 9:23). Y esta
idea se vuelve cada día más confusa. En
el mundo cruel y duro de hoy, la bondad se confunde rápidamente con la
debilidad. Nosotros, como cristianos,
cometemos este error con regularidad.
Especialmente cuando se trata de Jesucristo o Su cuerpo. Vamos y venimos como nos plazca. El respeto por todo y por todos está
desapareciendo. Se han escrito muchos
libros sobre la "transformación" que sufren las personas cuando la
vida se vuelve "dura". Los
guardias más crueles de las cárceles de Alemania durante el Holocausto eran
gente “cotidiana” – carteros, carniceros, reparadores de automóviles. La humanidad cubre su depravación con un
“brillo” de civilización. Hoy, ante
nuestros ojos, el “brillo” está desapareciendo rápidamente en la sociedad y en
Su cuerpo – la iglesia. Hay muy poca
vergüenza. Sería “sabio” considerar
cuidadosamente dónde nos encontramos en el plan de Dios. Debemos amarLo a Él y a los demás. Debemos "morir" a nosotros mismos y
"vivir por el Espíritu". El
Espíritu quiere que amemos al Señor y Su cuerpo. “No nos cansemos de hacer el bien”. (Gá. 6:9)
Así como Él fue vivificado y resucitó de
la tumba, el Espíritu Santo nos ha hecho “nacer de nuevo”. Debemos vivir nuestras vidas buscándoLo a Él
y Su gloria.
Porque también Cristo murió
por los pecados una sola vez,
el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios,
muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.
Favor de escribir tus comentarios aquí. Gracias.
ReplyDelete