Efesios 2:19
Así pues,
ustedes ya no son extraños ni extranjeros,
sino que son conciudadanos de los
santos
y son de la familia de Dios.
Para
siempre.
¿Qué significa estas palabras
para ti? Tu comprensión de las palabras
“para siempre” influyen en tu comprensión del versículo de hoy. Para todos aquellos que han “nacido de nuevo”
– su “nuevo” para siempre ha comenzado.
Comenzó – bajo la eterna y atenta “mirada” de nuestro Señor – el día en
que fuiste “salvado” del infierno eterno y del lago de fuego que merecías. No hiciste nada para recibir un “para
siempre” eterno con Él. Lo concedió porque
quería demostrar Su amor a aquellos que eligió.
Y somos un grupo muy extraño de personas que Él ha elegido. La mayoría de nosotros venimos de alguna
forma de pobreza emocional, física o intelectual. Ninguno de nosotros tiene nada que ofrecer a
nuestro Creador más que nuestros pecados y nuestra naturaleza pecaminosa. Esas son las únicas cosas “nuevas” que le
traemos a nuestro Creador. Esas cosas
terribles – nuestras equivocaciones y egoísmo – pertenecen total y
completamente a cada uno de nosotros y a nadie más. ¿Y qué hizo nuestro Padre eterno con
ellos? Los puso todos sobre su Hijo y Lo
castigó como si fuera nosotros. A esto
se le llama muerte “sustitutiva”.
Jesucristo fue castigado y murió en nuestro lugar para que nosotros no
tuviéramos que hacerlo.
¿Y qué
hizo el Padre después de castigar a Su Hijo en nuestro lugar? Envió al Espíritu Santo para “aplicar” este
perdón dentro de nosotros. El Espíritu
Santo nos hace “nacer de nuevo” por dentro.
Somos completamente “nuevos” por dentro.
No podemos “ver” el cambio eterno.
Y aquí es donde nuestra “carne” incesantemente egoísta comienza a
confundirnos. Porque no podemos
“percibir” los cambios eternos “en” nosotros – no creemos en el cambio tanto
como deberíamos. Vivimos bajo la sombra
constante de la “duda”. No “caminamos
por fe”. Caminamos por la vista. Exactamente lo que la Biblia nos dice que NO
hagamos.
Nuestro
Padre eterno tiene un plan. Un plan
eternamente perfecto y maravilloso para Sus hijos adoptivos. Por Su muerte en la cruz, nuestro Señor y
Salvador, nos reconcilió con Su Padre.
Nuestra relación eterna con Dios (la Trinidad – Padre, Hijo y Espíritu
Santo) ha sido restaurada. Ya no estamos
“muertos” en nuestras transgresiones y pecados.
LA MAYORÍA, casi TODAS, las personas que conoces hoy son “muertos caminando”. Son extraños y ajenos al vivo y santo Señor
de todos. Y serán castigados por los
pecados y errores que cometieron. Están
sin esperanza. Su fin – su para siempre –
es terrible. La eternidad en un lugar de
angustia y sufrimiento porque nuestro Dios es un Dios santo que exige
perfección para tener una relación con Él.
Y hemos sido hechos “perfectos”.
No podemos “verlo”. Pero somos –
PERFECTOS. Aún no. Ya viene.
Y PERTENECEMOS a
SU familia. Ya no somos mexicanos,
hondureños, salvadoreños, americanos, lo que sea… Insistimos tonta y ciegamente
en que pertenecemos a culturas de este “mundo”.
Deberíamos “disfrutar” la libertad de ser Suyos y de nadie más. Pero no creemos que esto sea cierto. Insistimos en que mi padre, mi madre, mi
hermano, mi hermana, mi amigo, mi socio, cualquiera que conozcamos de cerca, insistimos
en que su opinión es más importante que Suyo.
Y sufrimos por ello. A medida que
aprendemos a creer en Dios más que en nuestros corazones confundidos,
aprendemos que ÉL ES hesed. ÉL ES
amor fiel. Y SOMOS un pueblo nuevo. Podemos vivir una NUEVA cultura donde el amor
dicta. Podemos dar a nuestros hermanos y
hermanas en Cristo sin esperar recibir nada a cambio. Porque ÉL nos ha dado “para siempre” con
ÉL. Y no hicimos nada para merecerlo. Ni siquiera sabíamos que lo necesitábamos
hasta que Él nos hizo “nacer de nuevo”.
Y
ahora que somos diferentes por dentro – seres nuevos – poco a poco comenzamos a
comprender que las “cosas de este mundo” no tienen sentido. Vacío.
Porque todos están hechos de polvo.
Y crecemos en nuestra fe y comprensión de que pertenecemos a nuestro
Señor. Tenemos una familia totalmente
nueva. Y nos distanciamos de aquellos en
nuestras familias “terrenales” a medida que aprendemos a amar a nuestra nueva
familia. La distancia no es
intencional. Pero es inevitable. Porque nuestra “vieja” familia (en la que
“nacimos” y que no pedimos) no entenderá el cambio que Él ha hecho en
nosotros. Y a medida que nos volvamos
más como Él – más santos – rechazarán nuestra presencia. Y aprendemos a disfrutar el compañerismo que
nos brinda el Espíritu Santo cuando estamos en Su cuerpo. QUEREMOS estar en la iglesia. NO es un requisito. Es un lugar en el que “deseamos” SER porque
las relaciones allí son mucho más significativas y reales. Son relaciones “para siempre”. Y disfrutamos sabiendo que las conversaciones
que tenemos “aquí” con nuestros hermanos eternos en este mundo caído
continuarán allí para siempre. Porque
pertenecemos – por Su gracia eterna – a la familia de Dios. Y sonreímos por dentro al pensar en todas las
cosas maravillosas que nos esperan.
Así pues,
ustedes ya no son extraños ni extranjeros,
sino que son conciudadanos de los santos
y son de la familia de Dios.
Favor de escribir tus comentarios aquí. Gracias.
ReplyDeleteQue bendición pertenecer a la familia de Dios! Pensar que estas relaciones podremos disfrutarlas para siempre, traen gozo a nuestro corazón. Gracias a Dios por su misericordia, por habernos salvado.
ReplyDeleteAmén. Hay que recordarlo cuando estamos unidos en Su cuerpo. Vamos a conversar con nuestros hermanos y hermanas que vemos en domingo eternamente. Hay que apreciarlo y disfrutarlo.
ReplyDelete