Juan 8:16
Jesús les habló otra vez, diciendo:
“Yo soy la Luz del mundo;
el que me
sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la Luz de la vida”.
La claridad es un
concepto que cada día se vuelve más valioso.
Literalmente. Las personas con
las que interactúo en las tiendas o en público están más desorientadas. Adoptan posturas filosóficas o morales que
son indefendibles. No han “pensado” lo
suficiente como para darse cuenta de los fracasos inherentes a sus creencias. Y defenderán sus creencias irracionales e
ilógicas con ira, con una emoción que es innecesaria para alguien cuyas
creencias son lógicas, reflexivas y bíblicas.
“Usan” sus emociones exageradas para “cubrir” u “ocultar” la falta de
verdad y coherencia en sus creencias. Y
cada día hay más gente que piensa así.
En nuestros gobiernos, en nuestros sistemas judiciales, en las fuerzas
del orden (policía), en las escuelas, en los lugares de trabajo… “Dios los
entregó a mentes depravadas…” (Ro. 1:28).
Aquí es donde “vivimos” hoy. La
humanidad (a nivel social o nacional) ya no piensa con claridad y
racionalidad. ¿Y qué es una respuesta
“razonable” (reflexiva)? ¿Cómo se supone
que debemos “vivir” la vida en un mundo donde los líderes de la sociedad, las
escuelas y los lugares de trabajo ya no “piensan” (razonan) con
racionalidad? ¿Dónde las conclusiones de
gente “informada” sólo causan más daño?
(Vacunas y tratamiento Covid, atención médica, naciones sin fronteras,
etc…)
Jesucristo, nuestro maravilloso Señor y Salvador, sabía que viviríamos
en estos tiempos. Y Él ha provisto para
nuestra claridad. Los cristianos,
aquellos que verdaderamente “nacen de nuevo”, tenemos el Espíritu Santo y la
palabra de Dios para guiarnos juntos a través de estos tiempos
(espiritualmente) tan peligrosos.
Debemos buscarLo juntos – en
comunidad. El cristianismo no es una
empresa “individual”. Pero, si
estudiamos Su palabra (2 Tim. 2:15). Si
continuamos reuniéndonos, especialmente al ver que el día se acerca (Heb.
10:25). Él es fiel para ayudarnos a
pensar y hacer lo “correcto”. En medio
de todo, en todas partes – todo va mal. Tenemos
esperanza. Estamos seguros. Él provee claridad.
Porque Él es nuestra “luz”. Él es
la “luz del mundo”. Jesucristo
proporciona claridad en el torbellino y la confusión de nuestra pecaminosidad y
nuestros corazones distorsionados. Él está allí. Fiel. Esperando que nos volvamos a Él.
Y necesitamos “seguirLo”. Una vez que nos damos cuenta
de que estamos confundidos y pensando sólo en nosotros mismos (sucede
regularmente), debemos detenernos, pedirLe perdón y buscarLo. Él responderá con gracia y
amor. Sentiremos Su paz y claridad de
pensamiento. Y debemos permanecer allí –
“haciendo lo que Él quiere” – no lo que sirve a nuestros corazones
egoístas. Un cristiano que sigue a
Jesucristo será generoso. Querrán dar de
todo lo que son y tienen. Dar. Porque nuestro Señor, en Su claridad, es
generoso con nosotros. Cuando Lo seguimos, la vida tiene “sentido”. Y la vida NO consiste en “cuanto” obtenemos
aquí. Eso NO es vida. No la vida de Aquel que es luz. Una vida de claridad será inevitablemente una
vida generosa. Una vida que da a los
demás. Y una vida llena de Su luz
disfrutará la oportunidad de dársela a los demás. Es placentero. Su luz nos ayuda a comprender que nuestra
“vida” en este mundo caído y enfermo no es un “fin” en sí mismo. Es sólo el comienzo, la tarea, en preparación
para la eternidad. Y aquí dejamos de
luchar por “lograr” algo. Porque Lo conocemos.
Su luz nos ayuda a comprender nuestro propósito – Su gloria.
Y con gusto anhelamos vivir para Su gloria. Él merece que vivamos una vida dedicada a Su
gloria. Murió una muerte terrible en una
fea cruz para darnos para siempre con Él.
Y somos iluminados (entendemos) a esta verdad porque tenemos Su luz en
nuestros corazones.
Favor de escribir comentarios aquí. Gracias.
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