Habacuc 3:19
El Señor Dios es
mi fortaleza;
Él ha hecho mis pies como los de las ciervas (gacela, venado),
Y por las alturas me hace caminar.
Para el director del coro, con mis instrumentos de cuerda.
La
fuente inagotable de fortaleza y confianza necesarias para la satisfacción y el
contentamiento es el Soberano (’ădōnāy) SEÑOR (Yahweh) mismo. La fuerza que Él
da es como el poder que se encuentra en las patas de un ciervo, una gacela o
cualquier animal activo y de patas veloces. Así como un ciervo puede atravesar
rápidamente un bosque oscuro, el profeta dijo que él podía moverse con alegría
en circunstancias difíciles. Aunque sus piernas temblaron (v. 16) ante la
asombrosa teofanía de Dios, ese mismo Señor era Su gozo (v. 18), fortaleza (v.
19) y seguridad. Además, Dios permitió al profeta caminar sobre las alturas. No
sólo pasaría por las pruebas; también subiría a las cimas de las montañas de la
victoria y el triunfo. El lenguaje poético de este versículo es común en otros
pasajes (p. ej., Deut. 32:13; 2 Sam. 22:34; Sal. 18:33). Un ciervo o una gacela
representan fuerza, seguridad, belleza y velocidad.
Las palabras finales, Para el director de música. En
mis instrumentos de cuerda, sirven como apéndice y están relacionados con el
encabezamiento de la oda doxológica del profeta (Hab. 3:1). Se refieren al uso
de esta canción en la adoración. El profeta designó su salmo para su uso en el
culto público acompañado por músicos con instrumentos de cuerda. El amargo
zumbido de las quejas de Habacuc (1:2–4, 12–2:1) fue reemplazado por acordes
vibrantes de esperanza y felicidad.
El Señor Soberano da triunfo sobre las circunstancias a quienes confían
en Él. La manera de liberarse de la carga es ponerse justo debajo del Señor.
Estar bajo el Señor es estar sobre las circunstancias. Esa lección vale el
precio del libro, especialmente cuando el mundo parece un pozo negro de arenas
movedizas.
Habacuc estaba a punto de “hundirse” cuando comenzó este libro.
Destrucción, violencia, lucha, conflicto, injusticia y maldad fue todo lo que
pudo ver. Pero clamó a Dios y su clamor no pasó desapercibido. El Señor no sólo
respondió a su queja sino que también le brindó la confianza necesaria para
sacarlo del atolladero. Habacuc comenzó en los pozos, pero terminó en la cima de la montaña. Su
viaje no fue precisamente fácil, pero sin duda valió la pena.
Dios dirigió a Habacuc a través del diálogo (capítulo 1) en el que
reveló Sus planes para
disciplinar a Judá y destruir a Babilonia. Luego, por orden de Dios, Habacuc
registró un lamentable canto fúnebre (capítulo 2) que justificó aún más el
juicio de Dios sobre Babilonia. Finalmente, el profeta alcanzó un pináculo de
alabanza en el que Dios se reveló en toda Su gloria y poder. La doxología
(capítulo 3) concluyó con la confianza inquebrantable de Habacuc en el Señor.
Las quejas del profeta fueron acalladas por la confianza. Su miedo se
convirtió en fe. Habacuc pasó de ser un profeta amargado y nervioso, agobiado
por cargas, a ser un predicador seguro y alegre, animado por bendiciones. Los
justos, los rectos, los felices, los contentos, los victoriosos viven de su fe.
¡Sí, la fe es la victoria que vence al mundo! (1 Juan 5:4)
Comentario de Habacuc 3:19 escrito por Ronald Blue (1985)
Comentario del Conocimiento Bíblico
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