2 Corintios
5:14
Pues el amor de Cristo nos apremia (constriñe),
habiendo llegado a esta conclusión:
que Uno murió por todos,
y por
consiguiente, todos murieron.
¿Te
“sientes” atado por el amor? El amor
abrumador de nuestro Señor Jesucristo trae consecuencias interesantes e
inesperadas. Todos aceptamos de buena
gana y con alegría su oferta de salvación eterna. No queremos pasar para siempre separados de
Dios en un lugar de angustia y llamas.
Pedimos perdón de nuestros pecados y nuestro Señor es fiel para perdonar. Hemos “nacido de nuevo”.
Algo
le sucede a una persona que “nace de nuevo”.
Se dan cuenta de que no saben lo que necesitan (quieren) saber acerca de
Dios. En Su palabra nace un interés
indefinible. Anhelamos entender algo
acerca de lo que Jesucristo ha hecho por nosotros y para nosotros. Comenzamos a leer Su palabra y a asistir a la
iglesia. Poco a poco comenzamos a
comprender Su plan eterno. Él es un Dios
omnisciente.
Parte
de Su plan eterno incluía enviar a Su único Hijo a morir en una cruz por
nuestros pecados. El Padre permitió que
una parte de Sí mismo – Su único Hijo – muriera en nuestro lugar para que
pudiéramos estar con ELLOS (Trinidad) para siempre. El Espíritu Santo también participó
activamente en todo esto. La profundidad
del amor que nuestro Señor Jesucristo y la Trinidad tienen por nosotros es
inescrutable. A medida que crecemos en
comprensión, crecemos en “la gracia y el conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo”. (2 Pedro 3:18)
Aquí
es donde las consecuencias de Su amor son inesperadas. No nos damos cuenta de cuán profundamente
pecadores somos hasta que conocemos profundamente a Jesucristo y Su
palabra. Cuanto mejor lo conocemos, más
gracia tomamos conciencia en nuestra existencia. Esto es lo que “impulsó” a Pedro a escribir
las palabras – “crece en la gracia y conocimiento”. Los dos conceptos están entrelazados. A medida que crecemos en “la gracia” – a
medida que nuestra comprensión de QUIENES SOMOS se vuelve más clara – nuestra
comprensión de SU amor por nosotros se profundiza. Jesucristo no nos amó por ningún “bien” que
tuviéramos o tengamos. No fue motivado a
morir en la cruz y pagar un precio eterno por cada uno de nosotros porque
tenemos algo que ofrecerle. ÉL tuvo una
muerte sustitutiva, terriblemente dolorosa, porque nos ama. Su amor por nosotros y Su deseo de pasar la
eternidad con nosotros llevaron al DIOS vivo a sufrir en nuestro lugar. Y así lo hizo ÉL.
A
medida que “crecemos en la gracia y conocimiento”, nos volvemos más
discernidores y más sensibles a los constantes pensamientos pecaminosos que
tenemos. Nuestro respeto y aprecio por
lo que ÉL ha hecho nos “controla / ata / constriñe”. No queremos “herir / dañar” el abrumador amor
eterno que Él tiene por nosotros.
Llegamos a comprender que “nuestra perspectiva – nuestra forma de
pensar” es el problema. No tenemos nada
bueno que ofrecer a Jesucristo. Incluso
después de nacer de nuevo. Excepto
cuando nos rendimos a Él, estamos llenos del Espíritu Santo y HACEMOS lo que ÉL
quiere. "Aprendemos" a
morir. Ya no queremos “vivir” para
nosotros mismos. Debido a que ÉL murió
por nosotros para darnos la eternidad, queremos “morir” por ÉL en esta vida
temporal y llena de pecado. Y queremos
“morir a nosotros mismos” porque ÉL nos ha dado mucho más de lo que jamás podremos
pagar. ÉL nos amó sin otra razón que el
hecho de que ÉL nos amó. No había nada –
ni hay nada – en nosotros por lo que valga la pena morir. ÉL pagó el precio de la condenación eterna en
nuestro lugar porque ÉL nos amó.
Y SU
amor nos controla / nos ata. No podemos
alejarnos de un amor tan grande. ÉL
invade nuestros corazones, mentes y cuerpos.
Nos consumimos con el deseo de vivir para ÉL. ÉL se merece esto. Sólo tenemos unos pocos años para dar – ÉL
nos dio la eternidad con ÉL. Todos deberíamos
entregarLe nuestras vidas de buena gana y con alegría. A medida que crecemos en ÉL, el resultado es
gozosamente inevitable. Disfrutamos la
oportunidad y el honor de morir por Jesucristo.
Quizás algún día literalmente "moriremos" físicamente como un mártir.
Por ahora, "morimos" en el
sentido muy personal y directo. Ya no
queremos vivir para nuestro “yo” – egocéntrico, equivocado y pecaminoso. Queremos honrar a AQUEL que tanto nos ama.
Pues el amor de Cristo nos apremia (constriñe),
habiendo llegado a esta conclusión:
que Uno murió por todos,
y por consiguiente, todos murieron.
Favor de escribir tus comentarios aquí. Gracias.
ReplyDelete