1 Juan 3:16
En esto conocemos el amor:
en que Él puso Su vida por nosotros.
También nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos.
Hace poco menos de 2,000
años, Dios en forma de hombre fue colgado en una cruz. Una cruz romana era una
forma terrible de morir. El crucificado sufrió una muerte lenta. Fueron
colgados en la cruz sin ropa para demostrar su debilidad, su vulnerabilidad. No
pudieron ofrecer resistencia al imperio romano porque tenían las manos
clavadas. Los romanos querían demostrar su capacidad para conquistar e imponer
la sumisión a cualquiera que amenazara su gobierno. Y Jesucristo, siendo Dios mismo, se sometió a
esta terrible forma humana de castigo por Su amor por nosotros y por todos los
pecadores perdidos que iban a ser salvos (rescatados).
Jesucristo, Dios envuelto en la carne del hombre, se sometió a esta
muerte terrible y humillante por amor a su Padre y a aquellos a quienes
salvaría de un infierno eterno al morir de manera tan terrible. El amor provoca
acción. El amor no es un “sentimiento extraño” en el estómago. Al amor actúa.
El amor se mueve. El amor quiere ayudar a quienes son sus objetos. En el caso
de Jesucristo en la cruz, los pecadores impenitentes fueron objeto de Su amor
eterno. Los objetos de Su “hesed” – Su amor fiel. Su gracia. Su amor inmericido.
Y ahora que nuestro Señor Jesucristo nos ha mostrado la profundidad de
Su amor al soportar el costo de nuestro castigo eterno en la cruz, se nos dice
que "intentemos" lo mismo. Nuestro castigo eterno está pagado. La
deuda queda completamente eliminada por todo lo que Jesucristo soportó en la
cruz. Y nuestro Señor nos pide que demostremos nuestra comprensión de cuánto ha
hecho por nosotros al amar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Amarlos.
El amor no son palabras. El amor actúa. El amor se mueve. El amor hace cosas
por los destinatarios de su deseo.
Entonces, mis queridos hermanos y hermanas, debido a que nuestro Señor
nos amó tanto y tan profundamente, debemos “dar” nuestra vida a los demás y por
ellos. Otros. No nosotros mismos. Ya no debemos buscar lo que queremos. No es
saludable querer “comprar” cosas y poseer “cosas”. Es egoísta. Lo que
Jesucristo nos pide que hagamos porque Él se entregó por nosotros es que
“intentemos” hacer lo mismo: amemos a los hermanos y hermanas. Nos negamos a
nosotros mismos. Buscamos maneras de mostrar nuestro amor a nuestros hermanos y
hermanas en Cristo. Estas acciones Lo honran a Él y a Su muerte. Su terrible,
solitario e increíblemente angustiado (sufrió el castigo eterno por muchos –
pagó su precio completo y eterno) en la cruz. Ama a alguien más hoy. No con
palabras, con acciones. Al negarnos a nosotros mismos diariamente, Lo honramos.